Diez semanas habían pasado desde la
destrucción de la Tierra.
Las dudas que invadían a Selphie y a Heia
sobre Pax Universalis no hacían más que aumentar. La paz universal es un
objetivo bueno… pero matar, destruir, manipular, distorsionar… ¿El fin
justifica los medios? ¿Sería una paz verdadera o solo una ilusión que se
extinguiría con el mínimo conflicto? ¿Estaba bien lo que hacían? Las dudas
sobre dejar Pax Universalis o continuar eran cada vez mayores.
Michelle consiguió dominar su transformación
tras mucho esfuerzo. Su pelo negro natural pasaba a ser castaño claro y corto,
y sus ojos azules cristalinos, a un naranja chillón.
Ella no fue la única en dominar su
transformación. Naryam, tras días de duros entrenamientos para lograr ser más
fuerte, para poder ascender y volver a pasar mucho tiempo con SilverFox, logró
cambiar su pelo corto negro creciendo y volviéndose plateado, y sus ojos castaños
adoptaron el color dorado. Naryam negó a usar su transformación fuera de las
misiones, pero adoptó un nombre, Myrana.
-¿Tú también cambias de forma para las
misiones?- le preguntó Luis a Naryam.
-Es necesario- le contestó Naryam.- Lo raro es
que tu no hayas conseguido una transformación siendo el más fuerte de los seis.
-No la consigo porque no quiero. Yo no tengo
motivos para esconderme de nadie ni de ocultar mi identidad.
-Puede que al no tener esa necesidad hayas
provocado el hecho de no conseguirla.
-Naryam…- Luis se impulsó a preguntar algo que
llevaba días pensando.- ¿Tú estás a favor de Pax Universalis?
Naryam tardó en contestar esa pregunta.
-Sí, pienso que la paz universal es lo mejor
que se puede conseguir. SilverFox me ha hecho ver eso.
-¿Cómo eres capaz de decir eso después de
destruir la Tierra?
-Era un mal necesario, ahora lo comprendo. La
paz es algo deseado por todos pero imposible de lograr por la simple naturaleza
humana, que siempre tiene que tener más territorio que los demás; que siempre
tienen que demostrar que ellos tienen la verdad absoluta; que siempre tienen
que demostrar que son los mejores. Es por eso que Pax Universalis es necesario.
Tiene que haber alguien que los controle, alguien que pare los conflictos.
-Aunque se consiga el objetivo será una paz
falsa. La tensión siempre estará ahí. En cuanto Pax Universalis desapareciese
volverían todas las guerras.
-Pero Pax Universalis no va a desaparecer.
-Pax Universalis puede que no, pero yo
seguramente. Estoy cansado de esto.
-Luis… yo quiero una paz contigo. Hace tres
meses, mi sueño era estar en paz contigo al lado para siempre.
-Pues cuando llegue el momento ven conmigo.
-¿Y cuándo será ese momento?
-Cuando Noelia este a salvo y nuestro mundo
recuperado.
-¿Y por qué Noelia? ¿Y si está muerta? Parece
que solo sigues luchando por ella. Los demás también estamos aquí y queremos
vivir contigo.
-Noelia es la razón que me da fuerzas todos
los días.
-Yo quería una paz contigo… pero ya no. Ahora
aprecio más la paz que a ti. Decide si te quedarás conmigo o buscarás algo que
ya no existe.
-Mientras que exista la posibilidad por
pequeña que sea de que Noelia siga viva, la seguiré buscando- dijo Luis dejando
tras de sí un silencio demoledor.- Naryam, has cambiado.
-Tú también- dijo Naryam dándose la vuelta y
marchándose con lágrimas en los ojos.
Esta no fue la única discusión que hubo entre
los seis chicos. Por otro lado Guido defendía a muerte a Pax Universalis contra
Aura y Michelle que defendían la postura que tenía Luis. Esa discusión tuvo los
mismos resultados que la de Luis y Naryam, desconfianza entre los chicos.
Mientras, en un mundo con tres lunas donde veneraban a estas como dioses. Donde la gente estaba muy atrasada
tecnológicamente hablando, aunque nunca había guerras. En este mundo conocido
como Lunalia, dos miembros de Pax Universalis, Selphie y su aprendiz Xavier,
conquistaban el mundo de manera sencilla.
Los habitantes, inexpertos en guerras,
luchaban aunque no eran capaces de oponerse a ellos dos.
La cosa marchaba bien, hasta que uno de los
habitantes logró acercarse a la espalda de Selphie sin que se dieran cuenta por
la confianza que tenían en la misión. Cuando la persona ya estaba con el
cuchillo en alto para clavárselo a Selphie, Xavier lo vio, quien empujó a
Selphie para salvarla.
La persona asustada pidió clemencia para que
le perdonasen la vida, pero era tarde. Xavier había entrado en su modo locura.
Sin dudarlo dos veces, atravesó sus dos
espadas en aquella persona. Pero eso no le basto, el necesitaba más. Comenzó a
destruir todo lo que encontraba, a matar a todo aquel que se encontrase. A todos
menos a Selphie, quien le gritaba que parase con lágrimas en los ojos. Era el
mayor ataque de locura que le había dado a Xavier, quien no escuchaba a
Selphie.
En un intentó ya desesperado, Selphie se
acercó a Xavier cogiéndole del brazo para que parase de una vez. Lo único que
consiguió fue que Xavier le atacase haciéndole una herida en el hombro y
dejándola tirada en el suelo.
Xavier se acercó a Selphie despacio, espada en
mano, dispuesto a darle el golpe final.
Pero su mano tembló. Todo su cuerpo tembló.
Soltó la espada y abrazo a Selphie llorando. Pidiendo disculpas sin parar,
prometiendo que no volvería dejarse apoderar por la ira. Selphie también lloró
y le contestó a Xavier que no pasaba nada. La frente de Xavier se apoyó en la
de Selphie, y tras estar unos segundos mirándose a los ojos, se besaron.
Este incidente ocurría a la vez en que Luis
llegaba a la base de Pax Universalis, Deserticon, tras hacer una misión, donde,
como ya era habitual, Fil y Jonas mataron a placer gente que no les habían atacado.
El odio de Luis hacia su oficial, Fil, y su
compañero aprendiz, Jonas, iba en aumento sin parar. Un odio que iba
consumiendo a Luis por dentro.
-Deja que ese odio que tienes te invada,
entonces serás más poderoso y serás capaz de destruirlos- dijo un hombre a las
espaldas de Luis quien se giró rápidamente viendo que el misterioso hombre era
Saix.
Los dos se miraron a los ojos. Luis con ojos
llenos de odio y rabia, pues sabía cómo era Saix, él había matado a Fei. Luis tenía claro que no
iba a hacer como Xavier y caer en lado del mal.
-No me mires con esa cara, guarda el odio que
tienes hacia mí; guarda el odio que tienes hacia Fil. Cuando tu ira, tu odio y
tu tristeza sean lo suficientemente grande podrás despertar tu verdadero poder- le
dijo Saix a Luis.- La naturaleza verdadera del poder es la ira que te da la
capacidad de destruir todo a tu paso; es el odio que te lleva a la venganza
siendo capaz de hacer todo lo necesario para ver como la venganza se consume;
es la tristeza por ver cómo te quedas solo y tienes que luchar para seguir
adelante sin ayuda.
Luis no contestó, solo escuchaba. Aunque todo
lo que decía eran cosas de pura maldad, llevaba razón. El despertó el poder por
la ira que sintió contra Pax Universalis; por el odio y la sed de venganza
contra ellos; por la tristeza de perder a todos sus amigos y familiares.
Tras una breve pausa, Saix siguió con su
discurso.
-Fil es alguien que desprecia la vida. Jonas
es lo mismo que él. Por naturaleza son crueles, sádicos. Quieren ver el
sufrimiento de la gente. Disfrutan viendo a la gente sufrir. Tú eres todo lo
contrario. Aprecias la vida sobre todas las cosas, te gusta ayudar a las
personas y hacerlas felices aunque eso signifique algún mal para ti. Fil te
quiso como aprendiz por tu poder. Vio lo fuerte que eras, y el potencial que
ocultabas. Quiere a alguien poderoso que le sea fiel. Sin embargo, sois
totalmente contrarios. Tú nunca le serás fiel. Fil intenta que seas tan cruel
como lo es él. La pregunta es, ¿serás tan cruel como él o el odio te consumirá
antes y lo matarás?
Tras esto, Saix se fue con una sonrisa en la
cara. Había sembrado la semilla del mal en Luis, solo faltaba esperar para que
floreciera.
Luis no paró de darle vueltas al tema. Todo
había cambiado tanto desde que aquello comenzó. Pero ya era la hora de saber la
verdad. Luis entonces decidió dirigirse hacia donde se encuentra el líder de
Pax Universalis, el hombre que se le apareció minutos antes de la destrucción
de la Tierra. Aquel que utiliza el nombre de Hesoda. Iba en busca de
respuestas.
Sin embargo, un hombre le frenaría antes de
que llegase a donde Hesoda se encontraba. Aún no había llegado el momento de
conocerlo.
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